domingo, 5 de septiembre de 2010

la manipulación científica del clima

http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0501/articulo.php?art=24069&ed=0501
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Como los acuerdos políticos se hacen desear, buscan la manipulación científica del clima
Se trata de iniciativas de alto riesgo porque pueden tener efectos imprevistos, pero si los países no se ponen de acuerdo, podrían ser la última alternativa. Bill Gates es de la partida.
Por Martín De Ambrosio
Es como la vieja frase de Mahoma y la montaña, pero también podría aplicarse la de oferta y demanda o la de tener disponible un plan B por si falla todo lo demás: si, como varios factores lo indican, las negociaciones políticas entre las naciones no terminan en un acuerdo acerca de cómo reducir los gases de efecto invernadero y de cómo mitigar las consecuencias del cambio climático que –dicen los expertos– ya se sienten, queda el recurso de apelar a la tecnología y enfriar el clima con diversos dispositivos e ingenio (ver gráfico).

Desde luego, no es fácil desde lo técnico y, mientras crecen los fondos para estos desarrollos, ya hay oposición de parte de grupos ambientalistas y ONGs, al grito de “No manipulen la Tierra”.

De llevarse a cabo, la geoingeniería sería un nuevo escape de la humanidad hacia adelante ante la carencia de recursos para seguir explotando y la evidencia de que otras posibilidades tecnológicas, como colonizar Marte, aún están muy verdes.
Opciones. Si el problema es el efecto invernadero, es decir, que los rayos del Sol llegan a la Tierra y no vuelven a salir al espacio y se quedan aquí calentándolo todo, reflejar más la luz del Sol vía química o poner superficies reflectantes para que la luz rebote podría, en teoría, solucionar –o paliar– el asunto. Como no hay muchos experimentos más que los producidos por la propia naturaleza, se cita la experiencia de la explosión del volcán Pinatubo en Filipinas, que logró enfriar la atmósfera del mundo 0,5 grados con sus abundantes emisiones de dióxido de azufre, un gas “enfriador”.

Hace dos meses se conoció que la fundación de Bill Gates financiaría los estudios para un sistema mediante el cual barcos tomarán agua de mar y la lanzarán hacia arriba con el fin de formar nubes que reflejarían los rayos del sol antes de que calienten los mares. Estiman que a gran escala esto produciría resultados significativos. El proyecto lo encara Silver Lining, científico que investiga en San Francisco. Serán diez barcos y cubrirían una extensión de 10 mil kilómetros cuadrados.

Las otras posibilidades, como plantar árboles especiales, capturar dióxido de carbono (CO2) en las terrazas de rascacielos, sembrar hierro en el mar, y demás hipótesis que harían las delicias de Julio Verne, lucen aun más conflictivas por sus inciertas consecuencias.

Uno de los informes fundacionales sobre la ciencia en ciernes fue presentado en la Sociedad Real de Londres (entidad que tuvo entre sus socios a Darwin y Newton), tres meses antes del fracaso de las negociaciones políticas de la cumbre climática de Copenhague en diciembre pasado, bajo el bello título de “Geoingeniería del clima: ciencia, gobernanza e incertidumbre”. Y uno de los defensores más prominentes de esta posibilidad es James Lovelock, autor del concepto de Gaia, según el cual la tierra es como un organismo autorregulado.

En la Argentina se conoce poco sobre la geoingeniería. No obstante, Juan Carlos Giménez, del Departamento de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería (UBA) y ex miembro del panel de la ONU sobre cambio climático (IPCC), está en contacto con científicos de EE.UU. que en Arizona desarrollan un “pavimento verde” para reflejar los rayos solares; incluso contó que la Ciudad de Buenos Aires lo consultó para intentar traer la idea. Por ahora, falta mucho para poder ponerla en práctica.


Contras. Sus propios defensores saben que la geoingeniería es un recurso extremo. Y que lo lógico sería que las potencias industriales, las en vías de desarrollo y las pobres se pongan de acuerdo en acciones comunes en la próxima cumbre de Cancún (ver recuadro). “La geoingeniería y sus consecuencias son el precio que tendríamos que pagar por nuestra incapacidad para actuar contra el cambio climático”, explicó John Shepherd, de la Universidad de Southampton, ante la Sociedad Real. Ahora bien, si todo falla queda la incógnita de quién decidiría correr el riesgo y llevar a cabo estas acciones. Porque si la ONU no logra resultados por la vía del control de emisiones, ¿por qué obtendría consenso para actuar con tecnología sobre el clima?

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